Pensar es peligroso cuando se vuelve una obsesión que se descarga en la profundidad del tiempo de la existencia, en cuanto a la trascendencia y la conciencia plena. Porque se trata de un entrelazamiento de ideas que con la naturaleza van a través de la realidad forjada por la mente despierta en la construcción de significados en flujo hacia la eternidad piadosa de la meditación respecto de la esencia de lo que creemos ser, de lo que somos y de cómo nos perciben y nos percibimos en el tejido del universo.
Abisma por tanto conocer mientras el tiempo transcurre en el no tiempo, y deja expuestas las evidencias de lo que desde siempre se ha manifestado en los discursos y las narrativas, todo aquello que se ha develado dejando a la intemperie vestigios de lo que hubo en los giros de Akasha, manifestando ese sublime encantamiento de lo real en la realidad y lo trascendente, llegados en el preciso momento de esos instantes en los que se asoma la verdad y se hace absoluta comprensión de las dimensiones ya no desconocidas, al alcanzar los niveles y forman en planos expandidos de la conciencia, desplegando la esencia de la existencia, las experiencias de vida a borbotones, emanaciones que se conjugan mientras cumplen a cabalidad los sitios de enunciación.
Lo conceptual se hace inteligible a la mente humana, arraigada a la naturaleza donde memoria y recuerdos medran mientras asistimos a la ópera simbólica de las imágenes que todo lo dicen, reflejando las reflexiones del imaginario aconteciendo en el discurrir del ahora en sus dinámicas, dialécticas diacríticas de los temperamentos.
He ahí que se profundice cada vez más y se le va dando forma y estructura a cuanto se explora entre sentidos desde los enfoques de los mitos, la filosófica concentración, la pobreza de espíritu vivificante, los rituales y las ciencias que todo lo indagan, la literatura, lo místicos y ahora ese ethos de lo cuántico que nos embarca en la nave fascinante de la profundidad de lo esencial. Es una exploración de afuera hacia adentro, perspectivas racionales y hasta intuitivas que precisan y pasan por todos los tamices de la belleza encarnada y sin sombras.
Si filosofía o tiempo como realidad existencial que llevado al análisis expone las ideas ese torbellino de lo eterno en el retorno de Nietzsche, se trata del enjaulado en los ciclos que se repiten ad infinitum, o la construcción de la conciencia del tiempo y la realidad fenomenológica en Husserl, donde Sartre y Heidegger construyen en el existencialismo relaciones de existencia y trascendencia.
Y qué hay de lo espiritual y del misticismo como conexión a lo absoluto, perspectiva en clave de registro que contiene toda la información del universo cósmico, especie akáshica. La realidad como manifestación interconectada a lo universal, concepto ligado al vacío (Śūnyatā) en el budismo. O las transformaciones internas como reflejo de la conciencia, mientras el mundo evoluciona en su hermetismo alquímico.
Todo eso por supuesto hasta ahora nos ha conducido a decir de las ciencias a lo físico, a la paradoja en la naturaleza como realidad, y ahora entrando al cosmos de lo fascinante en el terreno disipado de la cuántica, de nuevas teorías de multiversos, si así se quiere, donde existen múltiples dimensiones entrelazadas, y todo, absolutamente todo, está conectado, de manera que el desafío es mayor y más complejo y perplejo, pues rebasa la propia percepción del tiempo y el espacio.
El horizonte se abre como si de agujeros negros se tratara, esas fronteras de los horizontes desconocidos mientras suceden. La literatura y el arte son la manera más exacta de representación por sublime, exploración que requiere más del alma que de la mente abstrusa sobre tales temas escurridizos para la cognición como proceso. Desde el Bhagavad Gītā hasta Borges las visiones contemplan los ciclos entre mitos y narrativas simbólicas. En las poesías místicas de Rumi, San Juan de la Cruz, William Blake, entre otros y otras, se busca desde la contemplación expresar lo inefable.
Acaso fue un buen intento ocultar lo esotérico anteponiendo la ciencia ficción a la filosofía y a la ciencia, entonces Huxley, Asimov y Dick en su momento jugaron con esa realidad rozando la conciencia, enfoques que llegaron a brindarnos una ventana hacia la comprensión de la verdad desde la realidad aparatosa, para de algún modo decir qué era lo trascendente. Aquello que más intrigaba, mientras más se deseaba enfocar de sus aspectos específicos, esa exploración individual y profunda de los iniciados, guiados por los maestros desde la observación.
Como esos conceptos profundos que se conocen al conocer lo otro bien traducido y hecho común, como el éter o el espacio vacío de todo y todas las cosas, que en muchas tradiciones espirituales se considera como una especie de santuario cósmico en que se almacena la información de los eventos pasados, presentes y futuros. Siendo el observador a través de Akasha, el quinto elemento de unión y de vida generada por el resto de los elementos, tierra, agua, fuego y aire.
El Akasha se cree está estrechamente ligado a lo espiritual como el registro de todas las experiencias, pensamientos y emociones de los seres vivos mientras medran en el cosmos. La fuente de la sabiduría universal que tradiciones místicas han sostenido en conexión y acceso a la fuente, desde donde se llega a comprender el propósito, siendo guía de lo que evoluciona hacia lo espiritual, mediante las prácticas de meditación profunda, calmando y desconectando la mente, abriendo desde el corazón en conexión con las vísceras en sentido de lo astral en la información desde la visualización ante la imagen cósmica en perfecta armonía intuitiva y conexión energética, como momento de introspección.
Si quieres profundizar en esta exploración de lo diverso desde viejas y antiguas tradiciones espirituales herméticas, que tocan lo místico y alcanzan lo cuántico, como prácticas que exploran desde la esencia uno.