Venezuela entregó el martes a Joe St. Clair a los Estados Unidos, nuevamente en manos de Richard Grenell, el enviado especial de Donald Trump, el mismo que vino en enero y se llevó a otros seis detenidos estadounidenses.
Todos presuntamente inocentes, apresados por la “dictadura” de Nicolás Maduro, como es lugar común su mención en los Estados Unidos, Europa y entre labios opositores venezolanos. Y todos ahora liberados, íntegros, desde las profundidades de la “dictadura”, incomprensiblemente. Es un mundo extraño.
Ese mundo lo hizo más extraño el mismo diplomático Grenell cuando alimentó los sinsentidos de la vida insinuando la primera vez que no era Venezuela quien liberaba, sino su país, que obligaba, asustaba o negociaba con su Trump. Jamás dejó de reconocer a Venezuela como un régimen dictatorial, aunque liberara presos legítimamente retenidos. Llegó a decir que su persona en la tierra de Simón Bolívar era una especie de honor o favor democrático que una zona de sátrapas recibía. Ya declarará nuevamente. Cuestión de tiempo.
Es decir, el hombre viene, consigue lo que quiere y luego gusta burlarse. Ya fundó hábito.
Pero no es Grenell nada más. Es el gobierno completo con su Trump y su Marco Rubio, odiadores de Venezuela. Se burlaron diciendo que ellos se llevaban a sus presos porque querían, sin dar nada a cambio, vendiéndole nomás la ilusión a la “dictadura” de seguirle comprando petróleo, bajarle las sanciones económicas y, si se porta mejor, restablecerle las relaciones diplomáticas.
Y así fue: no se vio que el país obtuviera nada: se llevaron su Chevron y redoblaron las sanciones con sus aranceles indirectos. Hasta más allá fueron: empezaron a robar petróleo venezolano con Guyana.
Venezuela tiene responsabilidad en ello porque no evidencia por qué transa, dando la impresión de ser complaciente con los gringos, dejándolos hacer, entregando a cambio de nada delincuentes. Este St. Clair fue capturado con fotografías del sistema eléctrico del país y de los puestos militares en la frontera colombiana.
No es a cambio de migrantes porque el Plan Vuelta a la Patria invalida el argumento con su mandato de traerlos por nada; no es canje de delincuentes por “terroristas” del Tren de Aragua porque tal embuste último no se sostiene.
Topo parece pintar un nuevo truco: Trump juega con ofrecer Chevron nuevamente para obtener lo que quiere de Caracas e infligir sus burlescas derrotas.