Una de las graves fallas de la independencia de los pueblos de América del Sur y de Centroamérica fue la imposición y permanencia de las instituciones heredadas de la colonia, inclusive, las Constituciones de muchos de los países recién liberados fueron copias de las naciones europeas y de EEUU. En el caso de la antigua Capitanía General de Venezuela, la Constitución de 1811 no contemplaba ningún beneficio para los indios, los negros esclavos y tampoco para los mestizos. Incluso, estas mayorías no estaban representadas en el congreso. Obviamente, una población con un 80 % de analfabetos quienes no podían entender nada de lo que era una República, eso de la Independencia y mucho menos lo relativo a una Democracia. La Constitución solo contempla los derechos para quienes tenían propiedades y obtenían ingresos elevados. Ni los indios, ni los esclavos podían elegir ni ser elegidos. Quienes si tenía representación en el Congreso era la Iglesia Católica, institución esta que contribuyó a la conquista, colonización y genocidio de los pueblos originarios. Además, la novel carta magna contemplaba, a solicitud de la Iglesia, la obligación de profesar la religión católica, es decir, el culto traído por los invasores de Castilla y Aragón
Los seres humanos tienen un tiempo de caducidad en la tierra, no son eternos y lo mismo se puede decir de las instituciones que ellos crean. Es el caso del latifundio, las monarquías y los imperios que llegaron a su fin, esto por el surgimiento de nuevos modelos políticos que resolverían lo que las viejas instituciones no pudieron. Con la llegada de la Revolución Industrial, con la aparición de las máquinas a vapor, de las fábricas y de la producción en serie fueron necesarios nuevas profesiones, nuevas instituciones, una nueva educación que formara los empleados y los obreros necesarios para operar las máquinas. Surge una nueva universidad apartada de la tradicional cuyos estudios principales era la teología, eran inminentes nuevas profesiones como administradores, contadores, oficinistas para atender la demanda de las nuevas necesidades. No cabe duda, los nuevos amos del poder ya no eran los latifundistas, tampoco los artesanos, surgen así los burgueses y con ellos la época de la Ilustración, un movimiento cultural e intelectual que tuvo lugar a mediados del siglo XVIII hasta principios del siglo XIX, especialmente en Inglaterra, Francia y Alemania. Este movimiento inspiró profundos cambios culturales y sociales tratando de liberar al ser humano de las sombras de la Historia: superstición, servidumbre e ignorancia. Fue la Ilustración francesa, marcada por la Revolución, La Enciclopedia y los intelectuales modernos, filósofos como Voltaire, Montesquieu y Rousseau quienes inspiraron los líderes de los movimientos independentistas de Centro y Sudamérica.
No cabe duda, aquellos filósofos no conocían la idiosincrasia de los pueblos originarios, aquellos eruditos eran burgueses y sus intereses eran los de los poderosos adinerados. Los planteamientos de los intelectuales franceses no sirvieron para resolver la miseria en la que vivían millones de galos, germanos y británicos, mucho menos para solucionar los problemas creados por la invasión al nuevo mundo de los bárbaros castellanos y aragoneses. Una vez que se logró la independencia, los indios, los negros y los ambos continuaron viviendo en la miseria. Aquella ilustración no sirvió para sacar de la desdicha a un 80 % de analfabetos que no sabían nada de democracia, ni del cabildeo de los políticos criollos de aquella época.
Fue así que se llegó a la democracia burguesa del siglo XIX y el siglo XX, un modelo político-social-económico que no le sirvió ni a Europa ni a EEUU, solo fue útil para que los ricos se hicieran más ricos y los pobres más pobres. Esta democracia representativa encarnaba los intereses de las grandes corporaciones cuyos dueños financian campañas electorales de presidentes, diputados, senadores, jueces, ediles municipales, contribuciones que se traducen en el otorgamiento de fabulosos contratos y canonjías para aquellos que apostaron enormes sumas de dineros al candidato ganador.
Los votantes se dieron cuenta que aquellas promesas de un mundo mejor de la democracia representativa, con educación y salud para todos, vivienda, trabajo, buenos salarios y alimentación segura, no fueron más que promesas. Sin embargo, fue notorio que los ricos se hicieron más ricos a expensas de los bajos salarios de los obreros, de los dineros y los contratos con el estado. La democracia representativa lo único que ha ofrecido a lo largo de más de más de un siglo de gobierno en muchos países del planeta, ha sido hambre, miseria, desolación, contaminación, tráfico de drogas, contrabando de armas, explotación de las riquezas, monopolios. Y lo que nunca ha faltado, guerras en todas partes del planeta para que el negocio de la fábrica de armas, en manos de grandes corporaciones, prospere y los pobres soldados, hombres del pueblo, entreguen sus vidas defendiendo los intereses de los siniestros capitalistas.
Lo que está sucediendo recientemente en Palestina y Ucrania nos pone en evidencia las mentiras de las democracias capitalistas occidentales y la de EEUU, que los ofrecimientos de libertad no pasan de ser puras farsas. No puede haber libertad donde no existe un sistema de salud que proteja a todos los habitantes, incluso a los excluidos de siempre; no hay libertad cuando no hay salarios justos; tampoco hay libertad cuando un profesional o un obrero no tiene acceso a una vivienda. No hay libertad en un país como Alemania y Francia donde exhibir una bandera de Palestina es un delito; no hay libertad en una "democracia" como Alemania, Francia y otros países de UE donde el gobierno recomendó un aumento del presupuesto militar en la mira de una guerra con la Federación Rusa; no hay libertad en los países cuyos gobiernos envía misiles a Israel para masacrar a los niños gazatíes; no es democrático robar, tal como lo hizo Francia durante siglos, los recursos naturales de Burkina Faso y amenazar con sanciones a Ibrahím Taoré, su presidente, sino se deja despojar sus riquezas. No hay libertad cuando EEUU le dicta a los países de Europa los lineamientos de la política económica que deben cumplir.
La democracia en Europa y en EEUU se ha mantenido en terapia durante años y por desgracia el presidente Donald Trump, con las últimas medidas políticas y económicas le está practicando la eutanasia. El presidente de USA está evidenciando que en la tierra de Washington no manda el pueblo ni para el pueblo sino las grandes corporaciones, las mismas que le financiaron la campaña electoral. El jefe estado de la antigua nación más poderosa del mundo (ya no lo es) se comporta como un viejo emperador menguado, su comportamiento hostil hacia todas las naciones del mundo obliga a los estados afectados a apartarse de su antiguo aliado y buscar nuevas alternativas como la Federación Rusa y China. El acoso afecta a todo el mundo, como la política arancelaria, el aumento desmedido del impuesto a las importaciones provenientes de todas las regiones del planeta. Tal política económica afecta tanto a las otras naciones, como al pueblo de EEUU: la inflación y la escasez de productos. No hay democracia en una nación que deporta a los migrantes de todas las naciones que trabajan en USA, tratándolos como delincuentes para luego enviarlos hacia campos de concentración situados en El Salvador en complicidad con el presidente Bukele. En esta acción son notables la violación de los derechos humanos de los migrantes a quienes se le priva el derecho a la defensa. La democracia en EEUU no hay libertad, dado que tal como en Alemania y en Francia se persigue y se encarcela a una persona por enarbolar una bandera de Palestina. En EEUU Donald Trump evidenció que en ese país no hay separación de poderes. Se da el caso de encarcelamiento de jueces y agentes de inteligencia contrarios a las decisiones de Tump; por esta misma vía no hay democracia en un país que prohíbe a jóvenes extranjeros estudiar en universidades estadounidense. No hay democracia en una nación que vende armas a narcotraficantes, a terroristas, a mercenarios para derrocar gobiernos democráticos, además, asesinar a líderes progresistas. No es democrático un presidente como Trump que aplica medidas coercitivas a otros países para privar a otros pueblos de alimentos, medicinas y diversos rubros que les impide tener una vida digna. No hay democracia cuando el gobierno de USA se comporta de forma racista al perseguir y encarcelar a migrantes por la razón de su gentilicio; el gobierno de Trump es fascista al enviar misiles a Israel para continuar con el genocidio de la franja de Gaza. No hay democracia en un país como en EEUU donde el poder lo ejercen, desde hace muchos años, las aciagas corporaciones escondidas detrás de dos partidos. No hay democracia en las naciones de Europa que han llevado el exterminio a muchas etnias bajo la excusa, en un principio de imponer la religión protestante y la católica y recién, obligar a otros pueblos, por la vía violenta, a la práctica del nefasto modelo de la democracia burguesa que ha hecho más ricos a los ricos.
El presidente de EEUU sepultó la democracia, tal modelo ya está en decadencia, ya se acabó la pugna de las nefastas potencias occidentales por la hegemonía y el control de los recursos del planeta tal como lo hicieron las viejas monarquías absolutista imperiales de España, Francia, Inglaterra, Alemania, Bélgica y Portugal quienes luchaban entre si por la supremacía, además, trasladaron las guerras a todas las regiones del orbe. Ya las naciones del planeta tienen para escoger, o bien entre la pretensión de una caricatura de dictador como el Trump que solo conoce la violencia para subyugar a los pueblos o bien, buscar una relación ganar-ganar con otras naciones poderosas en economía, tecnología, finanzas y diversos renglones como la Federación Rusa y China, capaces de aportar sus adelantos en el progreso de otras naciones.
Es tiempo que Sudamérica abandones el empeño de copiar los modelos político-económico-social europeos y estadounidenses y crear nuevas instituciones alejadas de la democracia burguesa que no han resuelto la mayoría de los problemas que afectan a sus comunidades. En Venezuela se está poniendo en práctica la democracia comunal, una manera de permitir que los miembros de las colectividades, no las élites, tomen directamente las decisiones para solventar las dificultades que las afectan. Las alcaldías, los cabildos, las gobernaciones, entre otras, son instituciones burocráticas que datan desde la época colonial y la efectividad en la solución de los inconvenientes por parte de estas vetustas entidades gubernamentales está en entredicho. No se quien lo expresó, pero creo que tenía razón: "Poder es el control territorial e institucional, hegemonía de la fuerza". Lee que algo queda.