De Congo Patrice Lumumba, en el centenario de su nacimiento

Casi en el centro del continente africano se encuentra un inmenso territorio de 2.350.000 km2, es decir, el 20% de la superficie de Europa Occidental. Tal vez sea el territorio más rico de África, y quizás, de manera relativa, el más rico de todo el planeta porque allí abunda el diamante, el oro, el petróleo, piedras de diversas especies, y un elemento muy codiciado, el coltán.

Ese país se llamaba Congo, después Zaire y ahora República Democrática del Congo (RDC). De allá trajeron a la fuerza para esclavizarlos a muchos africanos al Caribe, a Venezuela. Vale decir, los congoleños son parientes de los americanos y caribeños.

Sin embargo la República Democrática del Congo, a pesar de toda su riqueza, ha sido saqueada y empobrecida. Las transnacionales se llevan minerales e hidrocarburos, a veces sin pagar ni un centavo de dólar; pero lo que sí han dejado es una estela de conflictos entre etnias, sangre y muerte. De los más de sesenta millones de habitantes, menos de cinco millones tienen una vida medianamente decente. La violencia generada por las grandes riquezas es parte del día a día tanto en la gran Kinshasa, con diez millones de habitantes, como en las fronteras con Ruanda.

Ese país siempre fue objeto de saqueos. A partir de la ambición del imperio Belga por Congo se origina la llamada Conferencia de Berlín, que cuadricularía África según los apetitos y las ambiciones de las potencias europeas.

Las tierras del Congo fueron arrasadas por el rey de Bélgica Leopoldo II, y convertidas en su finca privada. Ese rey se llevó el caucho y el marfil, a costa de matar elefantes utilizando mano de obra esclavizada. Diezmó a la población congoleña, matando, África, la historia no contada mutilando, esclavizando y cuando se cansó, se la «transfirió» al Parlamento de Bélgica, que no hizo nada por cambiar tales condiciones.

Tanto aquel cruento monarca como su imperio contaron desde 1884 con el apoyo de los gobiernos de Estados Unidos, de los imperios europeos y la Iglesia Católica. Hasta bien entrada la década de los sesenta del siglo XX, los imperialistas belgas emplearon métodos brutales para explotar y esclavizar a la población congoleña. El «chicote», un látigo enorme, era utilizado hasta matar a los que no cumplían con su trabajo, incluyendo a niñas y niños; la amputación de dedos y manos era frecuente y se aplicaba como método de terror a aquellos que no entregarían riquezas materiales a los colonizadores esclavistas. La explotación imperial belga provocó la muerte de millones de congoleños.

Morir para vivir

En ese Congo, oprimido y desgarrado, creció Patrice Lumumba. Era uno de los cien nacionales —o quizás menos— que lograron alcanzar la educación universitaria en su nación antes de 1950.

Preocupado por tanta opresión y portador del espíritu de la libertad, organizó el Movimiento Nacional Congoleño y exigió pacíficamente la Independencia a los belgas imperialistas. Su llamado a la emancipación iba acompañado de la prédica por la superación de las diferencias entre los grupos étnicos y la creación de un sentimiento de unión nacional. Consciente de la necesidad del apoyo internacional, se acerca al líder ghanés Nkrumah, inscribiéndose así en la corriente de la liberación y la unión de toda África.

¡Con tal fuerza solicitó a Lumumba a los belgas la Independencia nacional que logró reunir en torno a su acción a la mayoría de los independentistas congoleños! Ciertamente los belgas accedieron, después de medir el alto apoyo popular que tenía el joven Lumumba, pero planificaron todo para sabotear a la reciente nación independizada. Saquearon o destruyeron la infraestructura del nuevo país, se llevaron hasta los teléfonos de las oficinas, infiltraron el Ejército, limpiaron las cuentas bancarias. No querían a aquel negro que durante la ceremonia de Independencia tomó la palabra ante las cámaras de televisión y desafió al rey beduino con un discurso que describía la razón de la emancipación, denunciaba la crueldad europea y delineaba un futuro construido por los propios africanos. El discurso iba haciendo mover en sus sillas a los representantes de la Corona belga, que minutos antes habían definido a los congoleños como «hijos pequeños que llegaban a la mayoría de edad» y podían emanciparse bajo «la mirada del Padre Rey». Siguió Lumumba, ahora para enrostrarles la violación a los derechos civiles:

"Los condenados por opiniones políticas o creencias religiosas han sufrido horriblemente; exiliados en su propio país, la vida ha sido peor que la muerte. En las ciudades los blancos han tenido magníficas casas y los negros destartaladas casuchas; a los negros no nos han permitido entrar al cine, a los restaurantes o las tiendas para europeos; hemos tenido que viajar en las bodegas de carga oa los pies de los blancos sentados en cabinas de lujo. Quién podrá olvidar las matanzas de tantos de nuestros hermanos, o las celdas en que han metido a los que no se someten a la opresión y explotación ¡Hermanos, así ha sido nuestra vida!

Y le expresó directamente al Rey que la Independencia era total, sin títulos ni agradecimientos; que el opresor era Bélgica y que debían irse porque del destino del Congo se ocuparían los congoleños:

"Pero nosotros, los que vamos a dirigir nuestro querido país como representantes elegidos, que hemos sufrido en cuerpo y alma la opresión colonial, declaramos en voz alta que todo esto ha terminado ya. Se ha proclamado la República del Congo y nuestro país está en manos de sus propios hijos".

¡Aquel hombre negro era peligroso! se lamentaba la realeza regañando desde ese momento a los lacayos presentes. ¡Anunciar que los congoleños administrarán sus propias riquezas, anunciar que las transnacionales deberían irse del país! ¡Era un loco! ¡Un revolucionario! Eso no lo permitirían los imperialistas del mundo. No estaba en los aviones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés). Era una catástrofe para el «mundo libre». Los imperialistas estadounidenses y belgas pronto lo sentenciaron a muerte. El 6 de octubre de 1960, el gobierno belga ordenó «eliminar definitivamente a Lumumba».

La revolución es asunto de valientes; de entender, como lo comprendieron los fundadores socialistas de África, que por ella se debe darlo todo hasta alcanzarla. Los que no tienen ese enfoque cambian de bando ante el menor peligro.

Vino la persecución y la traición. Vino la complicidad de las tropas de la ONU, que permitió un desenlace cruel y público, sin intervenir. Lumumba fue capturado por los lacayos del imperio el 2 de diciembre de 1960. Lo sometieron a torturas y fue exhibido como un criminal ante periodistas y diplomáticos, quienes se mantuvieron inertes, cómplices. Pero Patrice Lumumba jamás perdió su dignidad. Antes de su martirio, de su entrega total por su patria, por África y por sus ideales escribe a su esposa, Pauline Opango, su compañera de lucha y principios, su legado doctrinario para los hombres y mujeres que buscan escribir una historia distinta a la que han impuesto desde los centros de poder neoliberal:

"Ninguna brutalidad, maltrato o tortura me ha doblegado, porque prefiero morir con la cabeza en alto, con la fe inquebrantable y una profunda confianza en el futuro de mi país, a vivir sometido y pisoteando principios sagrados. Un día la historia nos juzgará, pero no será la historia según Bruselas, París, Washington o la ONU, sino la historia de los países emancipados del colonialismo y sus títulos".

El 18 de enero de 1961, el primer ministro Lumumba, de solo treinta y cinco años, fue acribillado por un pelotón de sicarios. Su cuerpo fue disuelto en ácidos de minería. Un capitán belga dirigió la operación en presencia de agentes de la CIA y traidores a la patria.

Hoy los congoleños continúan la lucha contra las transnacionales mineras y petroleras, auspiciadas por los imperios. Más que nunca retumban las palabras de Lumumba pronunciadas el día de la Independencia. Por ello, no debemos creer ni una palabra a los imperialistas.
 

Los hijos de Lumumba y Venezuela

La Fundación Patrice Lumumba se ha convertido en guardiana y difusora del pensamiento del mártir revolucionario. Roland Lumumba, su hijo, ha visitado en varias oportunidades Cuba y en dos ocasiones, Venezuela. Hemos conversado ampliamente sobre la obra de su padre y las perspectivas de la República del Congo que aún sigue acosada por las transnacionales. Nuestro último encuentro con Roland fue en Caracas, en el Cuartel de la Montaña el 28 de julio de 2015, para conmemorar el natalicio del Comandante Hugo Chávez.

En 2007, Roland Lumumba nos contó, conmovido, que él y sus hermanos fueron rescatados del Congo por el gobierno de Egipto, bajo la presidencia de Gamal Nasser, quien envió un avión a buscarlos después del magnici di o. Roland ha dicho: «Tuve dos padres: Patrice Lumumba y Gamal Nasser».

Datos biográficos de Patrice Lumumba (Élias Okit'Asombo.)

Patrice Émery Lumumba (1925-1961)

Nombre original: Élias Okit'Asombo. Nacimiento: 2 de julio de 1925

Lugar de nacimiento: Onalua, territorio de Katakokombe, Congo Belga (actual República Democrática del Congo)

Grupo étnico Tetela.

Empleos:: Trabajador postal en Kisangani (entonces Stanleyville) y luego como periodista y escritor.

Activismo político: En 1958, fundó el Movimiento Nacional Congoleño (MNC), un partido que abogaba por la unidad nacional y la independencia. Participó en la Conferencia Panafricana de Accra, donde se conectó con líderes anticoloniales como Kwame Nkrumah.

Para saber más de Lumumba y otros africanos lee el libro de Reinaldo Bolívar: África la Historia no contada



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Reinaldo Bolívar

Investigador, fundador del Centro de Saberes Africanos, vicecanciller para África

 [email protected]      @BolivarReinaldo

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